Durante unas vacaciones en un pueblo costero del sur, una noche en la que no pegaba ojo del calor que hacía, decidí salir a dar una vuelta cámara en mano. Para mi sorpresa, me topé con un microcosmos de luz cegadora, ruido ensordecedor y humo asfixiante: Era el fin de semana de Feria… ¡Bien!
Sin un solo euro en el bolsillo, lo que me mantuvo concentrado en mi labor, pude dejarme llevar y absorber por aquel ambiente. Fue una especie de regresión a mi infancia con la serenidad y objetividad de un adulto. Atracciones de hace más de 25 años, exactamente igual. Los chascarrillos de los feriantes, como anclados en el tiempo.
" />Durante unas vacaciones en un pueblo costero del sur, una noche en la que no pegaba ojo del calor que hacía, decidí salir a dar una vuelta cámara en mano. Para mi sorpresa, me topé con un microcosmos de luz cegadora, ruido ensordecedor y humo asfixiante: Era el fin de semana de Feria… ¡Bien!
Sin un solo euro en el bolsillo, lo que me mantuvo concentrado en mi labor, pude dejarme llevar y absorber por aquel ambiente. Fue una especie de regresión a mi infancia con la serenidad y objetividad de un adulto. Atracciones de hace más de 25 años, exactamente igual. Los chascarrillos de los feriantes, como anclados en el tiempo.
Focos, flashes, neones, sirenas, gritos, pitos, voces, fichas, caídas, premios, risas, llantos, olor a fritanga, a algodón de azúcar, a gofre… todo entremezclado en una vorágine que, como pude comprobar, se conserva intacta lustro tras lustro.
Me fascinó la energía que había en el ambiente, su intensidad y la dualidad que generaba: niños solos comportándose como adultos; adultos, como niños; los feriantes, trabajando; el público, de vacaciones; unos divirtiéndose como nunca y otros aburridos como siempre; la copla luchando contra el reggaeton; la actividad física contra el colesterol… En definitiva, todo parecido a una ciudad sin ley.
Espero que, con esta pequeña muestra, pueda transmitir la sensación que viví aquella noche y traslade al espectador a un recuerdo semejante.