La nueva escuela de cocina en Barcelona, a diferencia de las demás ya existentes donde todas hacen lo mismo (mismas recetas, métodos y actividades) quería diferenciarse con su concepto de slow food, slow life y slow experience.
Interesados en recuperar tradiciones bien arraigadas en la cuenca mediterránea -como cocinar con agua de mar- quieren llegar a explicar a sus alumnos la cultura a través de la cocina y establecer una conexión con lo natural, con el verde, con los jardines de alrededor y hasta con las plantas de los balcones, que ya hacen de reclamo.
Teniendo en cuenta que sus clientes potenciales vienen de Estados Unidos, Australia y Canadá principalmente, el nuevo nombre debía ser -sí o sí- en inglés y además, tratándose de una escuela con alma, debía transmitir esos valores tanto gráfica como fonéticamente.
Una vez analizado el mercado, la competencia más directa, el planteamiento del negocio y el posicionamiento buscado, tocaba remangarse y trabajar duro.
Como en cualquier otro trabajo de naming, para sacar un menú degustación que hiciera las delicias de todos los comensales, todo radicaba en escoger muy bien los ingredientes y combinarlos adecuadamente:
· Un buen chorro de evocación
· Un cucharada de legibilidad
· Unos brotes de pronunciación y sonoridad
· Un pedazo de memorización bien machada
· Esencia de perdurabilidad y…
· Originalidad a raudales
Éste fue, adecentado con la impecable dirección de arte realizada por Ce de Carmona, el resultado final.